Por supuesto que el crimen organizado y la violencia derivada del narcotráfico hacen prácticamente insufrible la vida en nuestros países. Pero, qué cómodo ha resultado para Estados Unidos olvidar la raíz del problema y echar la culpa al sur. Ahora que se sienten amenazados porque ven las consecuencias más de cerca, y ahora que ven que los grupos terroristas islámicos utilizan las mismas rutas del narcotráfico para infiltrar a sus elementos en dicho país, empiezan a reaccionar. Probablemente sea muy poco, muy tarde.
Estados Unidos es el mayor consumidor de droga del mundo y sin embargo yo no veo a su gobierno implementar programas efectivos para eliminar el verdadero origen del problema que es la demanda de drogas, si es que fueran serios en querer erradicarlo. Tampoco veo a los gobiernos latinoamericanos exigiéndole que lo haga. También me parece injustificable que Estados Unidos sea tan permisivo con la comercialización y exportación de armas que son realmente bélicas y no solo de defensa personal y deportivas, como los fusiles de asalto automáticos utilizados en las narcomatanzas que a menudo presenciamos. El gobierno Demócrata seguramente pondrá de nuevo en la polémica el para muchos sacrosanto second amendment, intentando reinstalar la prohibición que hace años versaba sobre dichas armas. En dado caso, lo que nos debe preocupar es que esas armas no lleguen acá, donde sí son prohibidas.
Los norteamericanos conocen por experiencia propia que la prohibición de un bien conduce al encarecimiento de su precio, lo cual vuelve su comercialización sumamente lucrativa al extremo que la actividad criminal se desarrolla precisamente para garantizar esas ganancias tan apetitosas. Por lo tanto, la única manera en que se acabaría el tráfico de drogas es si dejase de existir la demanda. Como esa no es una alternativa realista ni factible para los Estados Unidos la solución que queda es levantar la prohibición al consumo de drogas, lo cual de todos modos sucede abiertamente en dicha sociedad, nada más que a un costo mucho mayor.
De cualquier manera es obvio que la solución real al problema debe darse principalmente dentro de Estados Unidos y demás países que son grandes consumidores de droga, y no afuera.
Todo ello me lleva a plantearme las reflexiones siguientes. ¿Estamos realmente en estado de anarquía o simplemente el gobierno de nuestra sociedad ha sido capturado por el narco? Tampoco diría que debemos combatir este flagelo “por quedar bien con los gringos”, pues quienes sufrimos y pagamos las consecuencias somos nosotros, no ellos. Por último, no podríamos unilateralmente permitir el tráfico de drogas mientras éstas sigan siendo prohibidas donde se consumen mayoritariamente, pues esto nos convertiría en un oasis para la narcoactividad con todas sus consecuencias nefastas. América Latina debe ser más enfática en su postura hacia Estados Unidos, pues gran parte de la solución es de su responsabilidad.