lunes, 12 de noviembre de 2007

NO MÁS DEL MENOS PEOR

Luego de que los guatemaltecos finalmente decidiéramos entre Álvaro Colom y Otto Pérez para ocupar el cargo de presidente de nuestro país por los próximos cuatro años considero oportuno hacer algunas reflexiones:

Independientemente de la credibilidad que le concedamos a las encuestas de opinión publicadas por diversos medios, lo cierto es que en la primera vuelta Álvaro Colom aventajó a quien sería su contrincante en la segunda vuelta por una cifra aproximada a los ciento cuarenta mil votos. Si consideramos que los candidatos que ocuparon los lugares subsiguientes en la primera ronda electoral fueron Alejandro Giamattei, con alrededor de quinientos cincuenta mil votos, Eduado Suger y Luis Rabbé con alrededor de doscientos treinta mil votos cada uno, podríamos suponer que, en general, los votantes de estos tres candidatos hubieron de decidir el resultado de la segunda vuelta, mediante su voto, mediante su abstención.

En ese contexto, habríamos de suponer que era más probable que los votantes que optaron en primera ronda por Giamattei y por Suger votarían más por Otto Pérez que por Álvaro Colom, dadas las características eminentemente urbanas de dichos votantes y las inclinaciones políticas que ello generalmente conlleva. Podríamos afirmar también que el caudal de Giamattei y de Suger hubiera sido más que suficiente para garantizarle la victoria a Otto Pérez de ser cierto el supuesto anterior, incluso en el caso que el voto del FRG hubiera apoyado a Colom.

Habría entonces qué explorar las razones de la derrota de Otto Pérez, partiendo de la idea que estaba en mejor posición de ganar la presidencia, así como las implicaciones de dicha derrota, y cómo la misma será asimilada en el entorno nacional e internacional. Ello, sin embargo, lo dejaré para un futuro artículo.

Comúnmente se menciona que Guatemala es un país polarizado. Podríamos afirmar en forma más técnica que en nuestro país se encuentran sustancialmente divididas las preferencias electorales, y agregaríamos que dada la gran cantidad de ofertas electorales, podría decirse que también hay un grado importante de dispersión respecto de dichas preferencias. La diversidad en el Congreso puede también apreciarse como un reflejo de ello.

En ese sentido, podemos poner en palabras lo que los números nos han confirmado. Una gran parte de la población no vio identificada su preferencia electoral en cualquiera de las dos ofertas finales. Así se explica no solo el grado de abstencionismo característico de las segundas vueltas electorales, como el hecho que el candidato en segundo lugar no inspiró la confianza del votante que necesitaba para asegurarse el triunfo. En otras palabras, ambos candidatos mantuvieron relativamente intactos sus respectivos caudales mientras que el sesenta por ciento de la población permaneció inerte ante dos ofertas desmotivadoras.

Así es como llegamos a la conclusión que en Guatemala debemos empezar a pensar en sustituir el sistema actual de elección presidencial por uno que corrija las principales deficiencias del mismo y que contribuya a que el votante pueda expresar con mayor fidelidad sus preferencias electorales.

El sistema de elección presidencial a dos vueltas actualmente utilizado en Guatemala tiene los siguientes problemas:

Primero, no garantiza que el candidato ganador cuente con la mayoría de las preferencias de los votantes. En ese sistema lo que cuentan son mayorías relativas de votos, o sea las dos mayores minorías son las que disputan la segunda vuelta. Al tener qué escoger de esta forma, el votante cuya preferencia no se encuentra en la segunda ronda, escoge entre dos males el menor, o simplemente opta por no escoger.

Segundo, los contrincantes finales buscan hacer alianzas con otros que quedaron fuera de la segunda vuelta. Estas alianzas resultan a veces, naturales, a veces desconcertantes para el votante, pero en dado caso, los intercambios políticos que surgen para consolidar dichas alianzas son escasamente conocidos por el votante y no sino hasta el período entre la primera y segunda vuelta. A su vez, estas alianzas pueden ser atractivas o desmotivantes tanto para los votantes originales del candidato que disputa la segunda vuelta, como para los simpatizantes de otros candidatos que han quedado fuera de la contienda.

En resumen, este sistema puede crear una enorme confusión en el votante que puede parar alienándolo del proceso electoral.

La tercera principal desventaja de este sistema se traduce en el costo de tener qué realizar una segunda vuelta electoral, dado el caso que es poco probable que un candidato gane en primera vuelta con mayoría absoluta de los votos.

El sistema de Elección por Rondas Simultáneas (ERS) corrige notablemente las deficiencias del sistema electoral actualmente utilizado en Guatemala. La principal característica de este sistema es que presenta al votante la oportunidad de expresar a profundidad sus preferencias electorales. Ello se logra mediante el empleo de una papeleta en la cual el votante vota por uno, algunos o todos de los candidatos pero ordenándolos de acuerdo a su particular escala de preferencias.

Un votante, por ejemplo, podría decir, prefiero a éste candidato porque es el que más se preocupa por temas ambientales y lo marca en primer lugar. Luego, dado a que el candidato de su predilección tiene pocas probabilidades de ganar, puede ubicar en un segundo lugar a otro candidato que para él es deseable, y así sucesivamente hasta agotar los que le interesen. No es necesario que ubique a todos en orden. Tampoco es necesario que vote por más de uno, simplemente que por el hecho de no hacerlo el votante desperdiciaría esa dimensión adicional que ahora tiene su voto.

Quien dice ambientalismo puede decir apertura económica o intervención estatal, es decir, el sistema ERS no tiene un carácter ideológico sino más bien significa que los votantes puedan expresar con mayor precisión sus preferencias políticas, sean cuales fueren.

Lo innovador del sistema ERS es la forma en que se calculan los resultados. Se cuentan todas las primeras preferencias de los votantes, y si hubiera un candidato con mayoría absoluta el proceso termina. (Esto sería exactamente igual que como sucede en el proceso actual). En el caso que no exista un candidato con mayoría absoluta es donde se aprecia esta dimensión adicional que brinda el sistema ERS. Cuando no hay un ganador que tenga mayoría absoluta de las preferencias se elimina al candidato que MENOS votos tuvo. En ese caso se vuelve a realizar el conteo, con la diferencia que en aquellos votos cuya primera preferencia ha sido eliminada, se toma en cuenta la SEGUNDA preferencia.

Así se repite el proceso hasta que exista un ganador que cuente con la MAYORÍA ABSOLUTA de las PREFERENCIAS de los electores.

En resumen, con el sistema ERS un votante puede votar por su candidato ideal, en primer lugar aunque este no tenga probabilidades de ganar la elección, y luego decidir cuál sería su segunda opción en caso el primero no gane y así sucesivamente.

Algo mucho mejor que no votar, o que tener qué votar por el “menos peor”.

Si desea conocer más sobre una propuesta de reforma sobre este tema lo invito a visitar: http://www.proreforma.org.gt

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